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Nombres que se le dan a la Música del Pueblo

      En México, para designar al grupo de canciones y música instrumental populares, se usan diversos términos, algunos con mayores pretensiones científicas que otros, pero sin que los especialistas (musicólogos, folkloristas, etnógrafos) se pongan de acuerdo sobre cuál debería ser el correcto. A continuación una síntesis de estos términos y de las confusiones que pueden dar lugar; no es tan importante la palabra usada como el contenido al que se aplica, por ello, es posible utilizar casi indistintamente los adjetivos presentados enseguida, siempre que la música de este modo adjetivada tenga los rasgos fundamentales que la hagan pertenecer a cierta clasificación.

 

  Popular

       Si partimos del supuesto de que al lado de una música “culta”, “obra de compositores profesionales”, existe una música creada y cultivada por una comunidad no profesionalmente dedicada a este arte y de que esta música es la “música del pueblo”, bien se puede hablar de música popular. Sin embargo, la influencia del concepto anglosajón “popular” (“pop”), que se refiere a la popularidad alcanzada a través de los medios de comunicación masiva, hace siempre necesario aclarar que para esta nominación, se trata de la música surgida en el pueblo, no de la impuesta al pueblo por una oligarquía comercial. Por lo tanto, se debe distinguir entre la música genuinamente popular y la que es popular (conocida) por una campaña publicitaria con fines lucrativos que pone de moda un determinado género, ritmo o una canción. Aún así, no debe descartarse la posibilidad de que alguna música “pop” llegue a convertirse en verdaderamente popular, como ha ocurrido tantas veces en la historia de la música.

 

Tradicional

       La música que interpreta un pueblo tiene generalmente una larga vida y es parte de su patrimonio cultural; al haber sido trasmitida oralmente de una generación a la siguiente, va formando una “tradición”. En este sentido, la música del pueblo mexicano es su música tradicional. Pero es necesario tener en cuenta varios puntos:

  1. Muchos estudiosos consideran que, para que un hecho cultural se pueda considerar “tradicional” deben de haber pasado varias generaciones, o sea como mínimo aproximadamente un siglo. Esta consideración no es una regla y puede depender del criterio de cada persona.

  2.  Hay determinadas obras de compositores académicos como Mozart, Rossini, Von Suppé, Straus, Lehar, Ponce, De Falla, que son adoptadas por grupos de intérpretes populares, quienes no hacen distinción cualitativa, cultural o de procedencia entre estas piezas y su repertorio propiamente tradicional.3

  3. Muchísimas obras que tienen todas las características de la tradición han sido compuestas recientemente e integradas al repertorio tradicional, muchas veces olvidándose el nombre del autor y el hecho de que son recientes.

 

 Anónima

      Hay quienes sostienen que la auténtica música de un pueblo es siempre anónima, ya que es creada por la comunidad que la va cambiando al paso del tiempo. El autor sería la colectividad o, en todo caso, un miembro anónimo de esa colectividad. Por supuesto, algo hay de cierto en este argumento; sin embargo, el hecho que desconozcamos el nombre del autor de una obra musical no significa que carezca de nombre y además, la “comunidad anónima” difícilmente compone una canción o una danza (son siempre determinados individuos los autores, aunque se nutran del sustrato cultural de su comunidad). Lo que ocurre es que anteriormente la memoria local sobre los compositores populares moría poco después de la desaparición física del compositor, mientras que en la actualidad se van acumulando los datos y registros que dan mayor permanencia a los nombres de autores y compositores del pueblo.

 

Folklórica

         Es muy común hablar en México de “música folklórica” para referirse a nuestro tema. Y no está mal salvo por tres detalles:

1. El uso de un término extranjero refleja (inconscientemente quizá) una actitud academicista y de superioridad cultural frente al campo de fenómenos a que se refiere. Además, siempre hay que aclarar que la palabra “folklore” proviene del vocablo ingles  “folk” = pueblo  y  “lore” = saber, lo cual resulta algo absurdo por referirse a nuestra esencia cultural mexicana y a nuestra lengua castellana.

2. En círculos sociales cada vez más amplios se usan los términos “folklore” y “folklórico” para designar peyorativamente cualquier tendencia burguesa al empleo de prendas de vestir indígenas o incluso a un comportamiento estrafalario, alocado, irresponsable o vulgar.

3. En el mundo de los negociantes de la música (radio, TV, discos, espectáculos, etc.) se está aplicando la palabra a la canción llamada “ranchera”, mezcla de machismo, quejimbres y alcohol que, aunque emparentada con canciones característicamente populares, tienen todas las marcas de la vulgaridad y superficialidad de lo prefabricado. Por cierto que también a los intérpretes (especialmente a “algunas” cancionistas que con teatrales atuendos marimachos echan sus gritos de despecho por los micrófonos en cualquier festival pseudo-popular) se les llama “intérpretes folklóricos” o “folkloristas”.  A pesar de estos “peros”, es entendible utilizar este concepto de folklore musical.

 

Típica

       Hasta mediados del siglo XX (década de los 1940’s) se usaba ampliamente el concepto de “música típica” para designar los cantos y bailes populares de México. En la actualidad, esta palabra suena anticuada; además no “tipifica” con suficiente precisión la música a que se refiere, ya que al mismo tiempo existían (y existen todavía) las llamadas “orquestas típicas” que son las bandas de instrumentos de viento (originarias principalmente de pueblos en la provincia mexicana) mas o menos oficiales y mas o menos militares, que interpretan valses, música de opereta, cumbias, danzones, el “Bolero” de Ravel, el “éxito del momento”, todo, menos la verdadera música popular. Por este motivo, es adecuado desechar este adjetivo para referirse a la música que nos ocupa.

 

Regional

      Particularmente en el ámbito escolar se habla de la “música regional” y de los “bailes regionales”. Y aún cuando los especialistas no utilizan la palabra “regional”, la costumbre de emplearla tiene buenos argumentos a su favor. En efecto, ha quedado claro que México es un compuesto de muchas culturas diferentes, algunas entrelazadas y sobrepuestas, pero otras en cambio, casi perfectamente delimitadas geográficamente formando verdaderas “regiones culturales” en donde la vivienda, la alimentación, el vestido, los giros idiomáticos, los gestos, las costumbres y, por supuesto, la música, forman un conjunto de elementos que se distingue del conjunto de elementos paralelos existentes en las otras regiones culturales del país. De esta forma se puede distinguir el “Norte” o la “región norteña”, de la “Huasteca”, del “Sotavento” o “región jarocha”, del “Sureste”, del “Noroeste”, de los “Altos”, del “Bajío”, de la “Tierra Caliente”, de la “Costa Chica”, de la “región abajeña” y de tantas otras, sin olvidar el crisol de la Ciudad de México que constituye por sí sola la región cultural de los “chilangos”. Sin embargo, emplear el término “música regional” también tiene sus “peros”:

1 – Hay géneros y piezas musicales (aunque de origen geográfico aún definible) que han rebasado desde hace mucho su “regionalidad” (la música de marimba y la de mariachi, por ejemplo).

2 – Hay géneros y canciones que cubren varias regiones (como el corrido y la canción romántica).

3 – De modo similar, hay géneros y piezas que solo cubren una mínima zona de una región, por pertenecer, por ejemplo, a núcleos de población mulata, rusa, etc.

4 – En el mundo “global” actual, los medios de comunicación masiva, la amplia red de carreteras en nuestro país, la facilidad de uso de numerosos medios de transporte y la mayor movilidad de los habitantes borran cada vez más las fronteras entre una región y otra.

5 – El sistema comercial (principalmente de Los Estados Unidos) que usa la música mexicana para propósitos (de clasificación y producción comercial, premiaciones, etc.), ha establecido el nombre de “música regional mexicana” para designar algunos géneros (principalmente mariachi, banda y norteño) y que de esta forma sean identificados (por los consumidores de todo el mundo) como música proveniente de México.

 

  Por las razones anteriores, sería impreciso utilizar el término de “música regional”, si no se aclara de cuál de las regiones de México es originario el género de arte del que se está tratando.

 

 Etnográfica

       Hay investigadores de la música del pueblo mexicano que distinguen entre la música mestiza, interpretada por mestizos con instrumentos derivados de los europeos y (cuando son cantos) con letra en español (castellano) y la música de los grupos étnicos nativos del continente americano (descendientes de los grupos prehispánicos) llamados “indios” o “indígenas”. Con mucho cuidado se procura no dejar traslucir ni asomo de desprecio por estos grupos; y como “indiano” ha caído en desuso desde el siglo XVII; “indio” es un término usado despectivamente por el criollo y el “ladino” o mestizo; “nativo” o “aborigen” suenan a política colonialista e “indígena” y “autóctono” indican una superioridad por lo menos científica, en la actualidad en México se les llama “grupos étnicos”, curiosamente dejando fuera a los grupos no menos “étnicos” de italianos, franceses, alemanes, estadounidenses, libaneses, judíos, japoneses, etc. Que enriquecen el mosaico demográfico y cultural de México.

  Aclarado lo anterior y para fines de análisis, puede ser correcto llamar música etnográfica o autóctona a la practicada por las comunidades indígenas de nuestro país, aunque es más acertado llamarla música indígena. Lo que nó deja lugar a errores es utilizar el nombre del grupo humano que la produce: “música nahua”, “música otomí”, “música maya”, etc.

 

 Vernácula

       Este adjetivo comprende toda la música de origen nacional, ya sea culta o popular. Los medios masivos de comunicación han publicitado este nombre para todas las piezas acompañadas por un conjunto de mariachi. Pero además, las múltiples raíces geográfico-culturales de la música mexicana difícilmente permiten enmarcar esta designación como de origen nacional.

 

     Es posible utilizar cualquiera de los términos anteriores para designar un género, un estilo interpretativo, un instrumento o conjunto de instrumentos, una pieza, un músico o grupo de músicos que representen musical, cultural y artísticamente a su comunidad local, regional o nacional y que en lo posible no tengan influencias de estudios académicos ni de las modas impuestas por los consorcios comerciales. Es preciso reconocer (con mucha nostalgia) que ese “en lo posible” prácticamente ha desaparecido, pues sus límites eran ya bastante estrechos hace unos 30 años (mediados de los 1980’s), cuando los niños de aldeas serranas muy alejadas de la capital del país (de pueblos y de las pequeñas ciudades de entonces) ya cantaban “chinguebels” (“jingle bells”) y festejaban su “jalovin” (“Halloween”) en vez del tradicional Día de Muertos; los conjuntos de mariachi se estaban olvidado de los viejos sones para acompañar a publicitados cantantes de ranchero y los marimbistas de Chiapas y Oaxaca interpretaban los últimos “hits” de moda.

 

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