top of page

La Música Popular en México

     México se caracteriza por su complejidad cultural que, después de más de dos siglos de vida independiente, aún no ha culminado en lo que podría llamarse una “cultura nacional mexicana” a no ser que se considere como tal cultura nacional precisamente a la “pluralidad de las culturas” que integran la nación.

 

     A los grandes y pequeños grupos indígenas prehispánicos se agregaron a partir del siglo XVI los españoles que, a su vez procedentes de diferentes regiones de España, trajeron al Nuevo Mundo sus culturas tradicionales: andaluza, castellana, aragonesa, etc. La inmigración negra forzada que se dio en los sistemas esclavistas dejó en México, desde principios del siglo XVI hasta principios del XIX, una impronta cultura africana en el complejo desarrollo sociocultural de la Nueva España; en el siglo XIX y a principios del XX hubo numerosas inmigraciones de franceses, alemanes, ingleses, chinos y rusos. En años más recientes, a raíz de la guerra civil española (que inició en 1936) y de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), hubo una culturalmente muy importante inmigración de refugiados políticos de la “Madre Patria” y de otros países de Europa, cuyos efectos en la cultura mexicana aún no se han evaluado completamente.

 

  Por el mestizaje mayor o menor entre todos estos grupos (predominando desde luego, el que se produjo entre español e indio) México resulta ser hoy en día un mosaico de culturas regionales y étnicas.

 

  Ya en el siglo XXI y debido al avance de la tecnología y a la globalización comercial del mundo entero, todas estas diferentes culturas que integran México se han visto afectadas (al igual que la cultura de cualquier otro país), para borrar sus características propias y convertirse en una sola “cultura global” totalmente despersonalizada y deshumanizada.

 

  En la música popular se ha dado el mismo fenómeno que en la demografía, por el mestizo predominante, predomina también la música mestiza. Pero aún sobreviven unos 50 grupos indígenas descendientes de aquellos creadores de Palenque, Uxmal, Bonampak, Teotihuacán y demás centros arqueológicos, además de los grupos que viven en el norte y noroeste de nuestro país, que conservan rasgos de la música de sus ancestros.

 

  Otro factor que explica la enorme riqueza musical de México, es la topografía del país, al contar con selvas, desiertos, extensas zonas costeras, territorios con mesetas y amplios valles, altas y largas cordilleras, se produce una gran diversidad de manifestaciones musicales, motivadas por las características de flora, fauna, entorno natural, social y laboral de cada uno de estos lugares. Además, cada uno de estos paisajes ofrece materiales específicos para la elaboración de instrumentos musicales que a su vez le dan su carácter a la música del grupo humano que habita el respectivo paisaje.

 

  Como en todas las demás culturas del mundo, también en la cultura mexicana la música es una expresión tanto individual como social que acompaña prácticamente todos los aspectos de la vida humana, tanto los más cotidianos y rutinarios, como los acontecimientos especiales. Esto es particularmente válido para aquellas comunidades que intentan todavía vivir estrechamente ligadas al ciclo vital de la naturaleza, mientras que los habitantes de las grandes ciudades (que en la actualidad representan más de la mitad de la población de México) van perdiendo o han perdido ese contacto estrecho con el medio ambiente natural, por lo que también sus expresiones artísticas (entre ellas, la música) se han alejado de la naturaleza para hacerse cada vez más tecnificadas e impersonales.

 

  Sin afán de menospreciar las manifestaciones musicales urbanas, dignas de estudio para descubrir, por ejemplo, lo que tiene de “cultura de masas” impuesta por los medio de comunicación que manipulan a esas masas, se deben buscar las raíces, la continuidad y la pervivencia de la tradición ante todo en la población rural (de los pueblos en la provincia mexicana) y de las pequeñas ciudades, que hace algunas décadas aún vivían en un relativo aislamiento que las hacía sumamente conservadoras también en su expresión musical y que en la actualidad luchan por mantener viva e intacta la tradición y su identidad cultural, que son destruidas por el apabullante mundo exterior globalizado.

  Este aislamiento de las comunidades rurales ha desaparecido por completo a causa de los programas de “desarrollo” social que actualmente conectan hasta los rincones más alejados (de todo el planeta inclusive) con las grandes ciudades por medio del suministro de electricidad, la radio, la televisión, una extensa red de caminos y carreteras y que además comunican a cualquier lugar del mundo por medio de las líneas telefónicas, el internet y los medios de trasportación aérea. Todos estos elementos son signos de un país desarrollado tecnológica e industrialmente (y conectado con el mundo global actual), pero también es cierto que en aras de este progreso, desarrollo y “avance” sociales se ha perdido ya una gran parte del acervo de la cultura tradicional, popular, de México.

  Como tantas otras formas de expresión, la música es un lenguaje con muchos dialectos; desde la cuna estamos rodeados de música y prácticamente estamos en contacto con ella en todo momento; pero se debe establecer una estructura basada en los temas de la música y las ocasiones en que se interpreta; este esquema seguirá de cerca cantos infantiles, música ceremonial, música sacra, el mencionado “ciclo vital”: canciones de cuna, rondas y canciones de amor y despecho, cantos de trabajo (y de publicidad), música de baile (de fiesta o celebración), cantares épicos y narrativos y, cerrando el ciclo, música fúnebre.

 

  Cada canción, cada son instrumental, cada corrido constituye en México un elemento de unión y comunión entre un grupo mayor o menor de sus habitantes. Así, la aguda flauta de seis orificios acompañada de varios tambores con la que se tocan sones de gran riqueza melódica, es un fundamental elemento de cohesión entre el grupo chontal del estado de Tabasco; los chontales se distinguen muy poco de los campesinos mestizos de esa región del sureste; visten igual, se alimentan igual, sus viviendas son semejantes. Lo que los distingue como grupo, lo que los hace sentirse unidos y solidarios, es ante todo la lengua chontal y la música chontal, ambas reflejo de una centenaria tradición cultural que tiene sus raíces en la antigua civilización maya.

 

  Si la música chontal identifica a este grupo étnico, el huapango en la zona norte de la costa del Golfo es factor de identidad cultural no tanto de un grupo étnico, como de toda una región del país, que es la región llamada Huasteca (por uno de los grupos indígenas que habitan en ella: los huastecos), predominantemente mestiza y con participación de varios grupos indígenas: aparte de los huastecos viven ahí nahuas, tepehuas y totonacas.

 

  Por su lado, una canción como “Las mañanitas” o un baile como el “Jarabe tapatío” han rebasado su identidad con una región para convertirse en reflejo musical del país entero: “Las mañanitas”, saludo que se dirige en serenata a la amiga o al pariente el día de su cumpleaños o su santo, ha llegado a traducirse del español castellano a muchas otras lenguas (como el nahua o el ingles); y el “Jarabe tapatío”, originalmente del estado de Jalisco, se baila ahora desde Baja California hasta Yucatán como “baile nacional”; de hecho en el extranjero se identifica a México precisamente con esta pieza, llamada en ingles “Hat Dance”, la “Danza del Sombrero”.

 

  Así pues, la identificación cultural a través de la música se da en diferentes niveles de la población: desde la más reducida de un pequeño grupo étnico, pasando por la de una región geográfico-cultural, hasta la propiamente nacional. En México hay fuerzas que procuran conservar la música tradicional como factor importante de cohesión e identidad cultural; y hay fuerzas que se proponen destruirla para implantar otros modelos culturales, dirigidos principalmente por intereses económicos y políticos.

 

  Es conveniente aclarar algo sobre la “originalidad” de la música mexicana: en efecto, si la flauta y tambor son los elementos principales de los grupos indígenas de México, también lo son de los pueblos indígenas del continente Americano; si la banda de metales es típica de las pequeñas ciudades y pueblos, es indudable que las hay también en Europa, Estados Unidos y toda América Latina. Sin embargo, esta coincidencia general de ciertos instrumentos no implica que la música sea la misma en todas partes donde éstos se usan; 1– Puesto que muchos instrumentos son de manufactura artesanal y los materiales, tamaños, formas, afinaciones y timbres son diferentes de país a país y de región a región. 2 – También, el repertorio es diferente en cuanto a melodías, armonías y ritmos. 3 – Además, las ocasiones en que la música es interpretada son igualmente distintas. 4 – Y finalmente (y quizá sea esto lo más importante), la interpretación varía tanto de un lugar a otro que aún una misma pieza, por ejemplo, la ronda infantil “Doña Blanca”, se convierte en española, mexicana, ecuatoriana o argentina por la manera en que es cantada por los niños de cada uno de estos países. Considerando estos factores, el resultado que se obtiene es una enorme riqueza musical específicamente mexicana.

 

© 2015 by Los Loros. Proudly created with Wix.com

bottom of page